La “Azzurra” llega al Mundial de la categoría en nuestro país con un éxito juvenil que su selección adulta perdió hace años. Una paradoja que se cruza con la realidad de la Roja y que exhibe una lección clave para el fútbol chileno.
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Los números no mienten. Los jóvenes italianos han sido protagonistas constantes en los Mundiales sub-20: tercer lugar en 2017, cuarto en 2019 y subcampeones en Argentina 2023. Estos logros no son golpes de suerte; son el producto de un proceso serio y una inversión decidida en el fútbol formativo. Según los informes oficiales de la UEFA, su programa de desarrollo futbolístico “HatTrick” ha sido una herramienta fundamental para financiar el fútbol base en las federaciones miembro, incluyendo la Federación Italiana de Fútbol (FIGC). Desde su creación, este programa ha distribuido fondos que se han utilizado para mejorar la infraestructura de entrenamiento, capacitar a entrenadores y expandir la participación en el fútbol a nivel escolar, esto tiene como objetivo fortalecer la base del deporte y asegurar la identificación y el desarrollo de talentos desde edades tempranas.
Y es aquí donde se ve el gran contraste. Por más que la selección adulta de Italia no haya clasificado a los últimos dos Mundiales, sus juveniles han mantenido una presencia de élite en el escenario global. En cambio, Chile exhibe una doble problemática: no solo su selección adulta ha fracasado en el intento de ir a las últimas citas planetarias, sino que su equipo Sub-20 ha vivido un calvario. La Roja juvenil no ha logrado superar la fase de grupos del Sudamericano Sub-20 desde 2013, negándole la oportunidad de ir a un Mundial por mérito propio. La presencia en este torneo se debe únicamente a la condición de anfitrión, una situación que refleja la falta de un proceso formativo que pueda seguir los pasos de la “Generación Dorada”.

Para el periodista italiano Daniele Bartocci, esta situación demuestra una cruda realidad: “Esas actuaciones son ‘solo’ aparentes, ya que no se corresponden en absoluto con los resultados de la selección absoluta, que ya no logra ni siquiera clasificarse para un campeonato mundial.” La razón, según él, radica en una mentalidad que sacrifica el futuro por el presente. “Se quiere todo y de inmediato: el resultado a corto plazo prevalece en Italia sobre la planificación estratégica a largo plazo”, sentencia Bartocci.
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La lección para el fútbol chileno es clara: la inversión en la base es el único camino para asegurar el futuro. Italia, con todo su peso histórico y el fracaso de sus mayores, ha comprendido que la salvación reside en los más jóvenes. Muestra de ello es la estrategia de la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), que ha creado una red de Centros Federales Territoriales en todo el país. Esta iniciativa, con una inversión significativa, permite un seguimiento sistemático de los talentos desde los 13 años, aplicando un modelo de formación unificado a nivel nacional.